Cuando te colocaste frente intenté no mirarte porque lo sabrías, te darías cuenta; y aquel día te observaba de perfil y me pareciste más hermoso que nunca. Tus manos huesudas y delgadas, las luces que se traslucían hacia tu rostro, tu barba… ¿Crees que es posible enamorarse de una barba?
Grácil, esbelto, que conduce infinitamente hacia esos pensamientos bellos que tienes, conduciendo hacia las ideas que a veces me mantienen despierta de noche. Aunque esto último no es verdad. Yo de noche duermo. Son las tardes las que dedico al pensamiento, las que fructifican en algunas líneas o párrafos. Es esta misma tarde la que te pienso, cuando sé que no debería. Pero pensarte no te daña porque precisamente no lo sabes, y porque espero nunca lo sepas.
En un espacio verde y rectangular, te corro por entre los árboles. No sé dónde estás pero voy hacia el sonido de tu voz. No sé qué está diciendo, probablemente no me estés hablando. Probablemente no sea yo la dueña de sus gemidos. Mas intento alcanzarla. En algún lugar, en medio de la salvedad y el lamento, espero poder decirte algo.
En un espacio verde y rectangular, te corro por entre los árboles. No sé dónde estás pero voy hacia el sonido de tu voz. No sé qué está diciendo, probablemente no me estés hablando. Probablemente no sea yo la dueña de sus gemidos. Mas intento alcanzarla. En algún lugar, en medio de la salvedad y el lamento, espero poder decirte algo.
Todo lo que sentí aquella noche fue cariño y arrepentimiento, no mucho más que eso. Te agradezco por ser cómo eres. Y espero que encuentres a alguien que te haga sonreír, y que sientas que es la persona que te mereces. Espero que ell@ te valore; que conozca tus tiempos y te respete, que sea capaz de sacrificar algo por ti, no una gran cosa, sólo algo. Y que tú puedas verlo y lo aprecies. Espero que no te lastimen, y que, si algún día te vea nuevamente pueda explicar mi necesidad de saber más de ti y el temor que tengo en encariñarme contigo. Ser capaz de mirarte directo a los ojos y decírtelo. Porque con el tiempo uno aprende que la honestidad es uno de los valores más sagrados, a pesar de que esté infravalorada.
PD: La honestidad me jugó una mala pasada. Pero, verte, mirarte me coloca nerviosa. No soy capaz de corresponderte con un beso. Y no es que no me gustes, es el miedo. El miedo que me detiene y me ha detenido, pero ya es tiempo de dejarlo no?