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Yo amo, Japan

Leéme


lunes, 30 de julio de 2018



Mantengo silencio. Intento no quebrarme, aunque en el fondo sepa que es así como estoy, quebrada. Soy un conjunto de fracciones, de pedazos que se unieron entre los que aún pueden verse las grietas. Pensé que podría, pensé que sería feliz cuando consiguiese todo lo que me proponía. Ahora solo puedo sentirme vacía. Me llaman para preguntarme como estoy, como me va en el trabajo, si he empezado a hacer alguna actividad para distraerme. Respondo que si, a todo. Sin querer me rompo en llanto, y agradezco que sea una llamada telefónica y no una conversación cara a cara, agradezco que no me vean rota. Porque así es como estoy. Me caen las lágrimas y la gente en el autobús me mira casi sintiendo pena por mi angustia. Puedo decirlo, puedo sentirlo, estoy perdida. Me perdí entre las avenidas y el ruido del tráfico, entre calle y calle, entre gente que no conozco y a la que le sonrío por condescendencia. Puedo sentir a mi papá del otro lado del celular pronunciando mi nombre, una y otra vez, casi en forma de interrogación, pero no puedo decir palabra, no puedo decirle que estoy acá, porque de alguna forma sé que, aunque mi cuerpo se mueva, mi cabeza y mi corazón están detenidos, extraviados en algún sitio que ni yo conozco.