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Yo amo, Japan

Leéme


lunes, 6 de septiembre de 2010


Antes, bueno, antes me encantaba estar haciendo algo. Lo que sea: correr, leer, pensar, escribir, hablar con las paredes, hablar con la gente de mentiras piadosas que dañan más de lo esperado, de felicidades inexistentes, lo que fuese. Ahora, prefiero recostarme cuando vuelvo a casa o a eso de las cinco de la tarde para dormir y hundirme en los más recóditos sueños que pueda llegar a tener. Qudareme horas y horas soñando con un mundo que nunca pudo ser. Que a estas alturas sólo parece ser cada vez un poco más imposible. Antes, odiaba dormir, de hecho, me parecía una pérdida de tiempo total pero cuando no tiene ganas ni de vivir, lo único que te queda es amoldarte al tiempo que disponen para tu vida. Me duele el alma, no me canso de decirlo y escribirlo porque es la verdad, y como mis papas entre llantos me dijeron que los problemas que tenemos de relación surgen (parece que únicamente) de mi dolor interno, intento hacer lo posible para no hablar, y por poco, respirar. Para no hacerles mal, para poder al menos tener al menos mi espacio para estar sin razones ni consentimientos de que es lo correcto o lo incorrecto. En parte, estoy cansada de alejar a la gente para no herirla o verlos, irse de mi vida porque no soportan la idea de estar a mi lado. Me tortura constantemente saber que, la culpable de mi soledad soy yo y nadie más que yo. Y quisiera, que todos se enterasen de que sucede en mi vida, detrás de toda esta mentira que soy pero, la cruda verdad es que, nadie quiere animarse a más.

Te extraño, ¿quieres volver a mí?, por favor.