domingo, 5 de septiembre de 2010
Me abrazó fuerte, después de una ardua discusión de por qué la odio tanto en donde se mezclaron todas los temas que nunca hablamos, que nunca tocamos, las cosas que nunca decimos, que nos guardamos, que yo no dije y no pienso decir. Se que ahora cree que la odio, pero estoy segura de que esta es la mejor forma de no hacerle tanto daño. No quiero su ayuda porque nunca fuimos más que dos personas conviviendo, nunca charlamos, nunca tuvimos esa chispa natural que el ADN le otorga a las madre e hijas, nunca le conté de mí como si fuese mi mejor amiga. No siento esa confianza que las hijas suelen sentir con sus madres. Y mientras tú llorabas en mi hombro, sentí que el futuro que yo creía muy lejano, se estaba haciendo presente. Me hice de hierro y las lágrimas no pudieron asomar de entre mis ojos. Me dolía verla así, quebrada, diciendome que se moría conmigo si algo me pasaba, lo sentía adentro pero...no lloré. No enfrente de ella. Quizás sea el hecho de que sólo puedo llorar en soledad, enfundada en las sábanas, con la soledad cubriéndome hasta los tobillos. Lamenté meterla otra vez entre mi muerte y mi infelicidad constante. Ella no es culpable de la instaisfacción que tengo ni con la vida que parece estar convencida de que debo terminar conmigo. Sólo pude recordarle que buscase su felicidad más allá de la mía, que no se detuviese a ver si yo lo conseguía o no. Pero muy terca, con sus instintos de madre herida, sólo pudo llorar e intentar explicarme entre pañuelitos tisú y balbuceos. Por más que intenté sentirme abrazandola, sólo pude notar sus brazos, intentando aferrar mi escencia que se le escapa de entre las manos, un alma hecha de sombras y un pasado que mata al presente.
Hoy casi me atropeyan, fue mientras volvía a casa de correr. Ojala el hombre no hubiese llegado a frenar. Eso pensaba después mientras que .... No tuve tiempo para notar lo que iba a pasar hasta que escuche como frenaba rayando el piso desde unos 7 metros lejos de mí. Podría haber muerto y nadie se hubiese enterado. Que ironía.