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Yo amo, Japan

Leéme


domingo, 28 de febrero de 2010

Los libros que trepaban por los muros en la biblioteca de mi abuela.
Y el piano de antaño que tocaba mi tía con los ojos goteando porque su cónyuge le ha faltado.
Yo más quisiera conocer aunque sea a través del recuerdo. Miro sus fotos y le descubro esa mirada melancólica de viajero que se la pasa buscando y no encuentra nada.
En el mar el se perdió, abandonó su alma allí y fue a nadar hacia su libertad.
Algunos se consuelan entre abrazos, algunos fingen que aquéllas olas no lastiman.
Su ropa envuelta entre la arena y el pasaje de vuelta que se perdió con la tormenta.
La lluvia secó sus lágrimas y arrastró una vida.
Qué más quisiera yo que encontrarlo en un papel, o en un vídeo, o en una carta.
Descubrir sus sueños en las madrugadas que rentó, muy lejos de casa. Tal vez en otro país, Tal vez en otro mundo.
La música me transporta a su memoria tan frágil e incógnita que habita en cada rostro,
una familia destrozada y yo aún sigo aquí, sintiendo nada, sintiendo una melancolía que no puedo reconocer.
Sollozo por su pasado y por mi futuro.
Sollozo por la cama que ha quedado vacía y por las voces que han quedado mariposeando en la cabeza de mi tía.
Sollozo por su soledad.
Sollozo. Pero dentro de mí creo poder afirmar que un alma antes de partir siempre encuentra su rumbo.
Rezo por creer en un rumbo.
El Ave María resuena en mis recuerdos, y se incrusta en los nuevos.
Miradas fijas al horizonte y hacia la nada.
Miradas lastimadas y encontradas.
Futuros inciertos. Presente en mis manos.

Alejandro. En mi mente estarás hasta que el olvido pierda su esencia