Mi foto
Yo amo, Japan

Leéme


sábado, 27 de febrero de 2010




Parece, nunca se me van a acabar las ganas de correr de la vida. Tan lejos como pueda, seguir sintiendo que bajo mis pies dejo kilometros que me distancian de las personas que quiero. No corro por cobarde. O quizás negándolo no hago más que afirmarlo. Podría decirse que corro porque me hace gastar el tiempo pero en verdad es algo mucho más profundo y real que eso. Es complicado proponerme explicar con palabras algo que hay que sentir palpitando en las venas. El viento chocando con el cuerpo, el corazón que aumenta sus latidos, los pies chocar contra el piso sin llegar a ser algo bruzco sino algo más bien livido, dejado, suave. Es como volar sin necesitar alas. Y puedes llorar, reirte de ti misma, que nadie lo nota, sólo ven un cuerpo moverse. En mi caso, para no desmoronarse frente a nadie. Salgo de casa, angustiada, enojada conmigo y el mundo, llorando muchas veces, buscando respuestas que no encuentro encerrada en mi habitación, alegre, sonriendo o quizás con cara de no sentir absolutamente nada. Vuelvo mejor, sea como sea que salgo, siempre vuelvo mejor. No quiero entender por qué ni cómo es que sucede, solo se que me agrada sentirme así. Libre dentro de mi cuerpo por el plazo de una hora y media.

Todo mal.