Es tan difícil vivir así.
Pretendiendo que se puede y que es fácil llevar tanta angustia y palabras
guardadas en los hombros y en el alma.
No, no me parece sencillo
tener una familia disfuncional, todavía me cuesta hacerme a la idea de que
siempre deberé levantarme de mis caídas sola y ayudarme a mí. Todavía me cuesta
entender por qué mamá pretende hacer como si fuésemos una familia feliz y
normal cuando en verdad no lo somos. No estuviste 13 años de mi vida y solo
apareces cuando necesitas de él. Me duele saber que hay cosas que no puedo
hacer, que como familia no podemos hacer. Me angustia la idea de que es
imposible hablar con mamá, contarle la vida que llevo y recibir su apoyo. Y aún
más, me cuesta entender como siempre sonríe con su inocencia hipócrita sabiendo
que llevamos una vida alocada. Es difícil vivir sabiendo que llevo la ciclotimia
rodeando de mi cabeza, mis ideas haciendo que distorsionen hasta la más mínima
situación, hasta el más mínimo reflejo de mi alma. Es difícil entender como
mamá me puede decir que en el fondo a pesar de todas las cosas somos una
familia. Como si no hubiera sentido su ausencia, dejé de conocer gente, perdí
muchas veces el sentido a la vida, me odié y me albergué miedos e
inseguridades. Habité en un rincón oscuro que llaman melancolía y soledad. Todavía
no entiendo, al día de hoy, por qué papá sigue viajando tanto. Me cuesta descifrar
tantas cosas y me siento inútil sin saber siquiera si esto es a lo que se le
llama familia. No creo que esto sea normal. Nunca fuimos una familia normal ni
lo seremos jamás.
Noches difíciles, donde el
verano se va y todo parece nublarse incluso yo.