[...] Una parte de mi luchaba por expulsarlo de mi vida, y otra
rogaba que si lo hacía, si me animaba a empujarlo, lejos de mí, él sería
lo suficientemente valiente para dar un paso adelante y no dejarme
ir...
Nada de todo eso pasó.
[...] Y tercero, que seas feliz. Y Te prometo que yo haría cualquier cosa, basta con que me lo pidas que yo te lo doy si eso significa tu bienestar y tranquilidad. Si quieres que sea barrendero, lo soy, si ese es el precio de tu felicidad. Justo cuando pretendí que iba a poder contestarle algo, se puso a llorar. Y no supe que hacer, no supe que comentar, no supe si abrazarlo o simplemente acompañarlo en el dolor. No sabía si irme a ver los poemarios y hacerme la tonta. La gente miraba y la verdad es que me daba igual que lo hicieran. - Elegiste un lindo día, el mejor lugar para llorar pa (y le sonreí haciéndole reír) - Si ¿no? Pero sabes que a los cincuenta, uno ya se pone medio tonto y la verdad es que no puedo controlar la emoción cuando simplemente me viene al cuerpo.