Mi foto
Yo amo, Japan

Leéme


miércoles, 4 de diciembre de 2013

No estoy en mi mejor día, no puedo evitar que hasta la broma más chistosa me suene pesada. Quisiera, no lo se, llorar al menos, pero se que no lo haré. En estos tiempos, cuando me siento mal, ya no encuentro ni siquiera las fuerzas para desahogarme en un llanto que diga algo, que exprese dolor, sufrimiento, lo que sea. Me río de mi estado, deprimente y solitario. Se aproxima mi cumpleaños y estoy planificando una fiesta, pero este año no le veo mucho sentido, será todo esta cantidad de personas que conozco, en mi casa, todos fingiendo conversaciones totalmente superfluas que llegan a ser interesantes, algunas con sus novios, besándose en algún rincón del jardín. Hace poco, mi papá me dijo que el amor no se ruega, que si no proviene de la otra persona voluntariamente entonces probablemente, no lo sienta. Me siento así, rogando cariño cuando les pido a todos por favor que asistan a una fiesta, rogando sentirme querida, rogando que alguien le importe una mierda cuantos años cumplo o cómo la estoy pasando. Cuando me dijo eso, me di cuenta de que siempre fui esa mujer que suplicaba por tener un lugar en la vida de sus allegados, que quieran quererme, en intentos desesperados, incluso reclamaba ese amor seco y a medias. Porque si ruegas amor y te lo dan, bueno, eso no es amor, es compasión. Ahora lo siento. Veo que nadie se interesa por mí, que sólo vienen para quedar bien y saciar mi falta de cariño, y responder a mi ruego como los dioses a los creyentes.