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Yo amo, Japan

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jueves, 5 de enero de 2012

Últimamente tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo. No sé el qué, ni cómo, ni por qué; pero creo que ha pasado algo muy fuerte en mi vida y ni siquiera he estado de mente presente para vivirlo. Y ahora está viniendo toda la información de golpe a mi cerebro, de golpe golpeando fuerte. Más fuerte de lo que cualquier información me haya golpeado jamás. Y llega un punto en el que me voy dando cuenta de todo lo que he mal - aprendido
En todo este tiempo he aprendido a sentirme de muchas maneras que no me gustan.

He aprendido a sentirme fuera de sitio, fuera de cualquier lugar al que pudiese pertenecer. De hecho, me siento como si no perteneciera a ninguna parte, como si fuera parte de lo que no es parte, como si me hubiese quedado anclada en un lugar intermedio entre aquí y alli,  un lugar al que los mortales sanos de mente no pueden llegar, pero yo me he colado. Me he colado y sigo ahí.

He aprendido a no estar estando, es decir a sacarme a mí misma de mi vida de una manera tan bestial que a veces creo que no podré regresar.

¿Saben algo de las almas? Ayer, mientras estaba en la clínica me comentó que, a veces, cuando alguien está en estado de coma, el alma se separa del cuerpo y divaga en un punto intermedio entre el más allá y el mundo real; y los seres humanos que aún andan vivos de cuerpo y mente presentes notan entes que mueven cosas, que hacen ruido, que golpean puertas de forma violenta, que tiran libros de la estantería... Y se acobardan, los seres humanos que poseen un sitio fijo en el mundo se acobardan de los seres humanos que no lo tienen. Se acobardan de seres humanos como yo. Y me pregunto hasta qué punto damos miedo. Hasta qué punto todos los vivos no tan vivos, todos los sin - sentido, todos los de ninguna parte acobardan a los vivos muy vivos, a los con-sentido, a los de alguna parte.