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Yo amo, Japan

Leéme


jueves, 4 de marzo de 2010


Reviso poemas, cuentos y novelas. Busco encontrarme en los pensamientos de los que escribieron. Busco identificar mi dolor en palabras ajenas. Y siento que cada palabra escrita es parte de mis pensamientos, de mi dolor cotidiano.
En un párrafo Idea Vilariño dice:

La angustia ha devenido
apenas un sabor
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Soy yo en cada palabra. Es lo que siento, lo que yo no puedo formular. Lo que luego transformo en actos. Lo que arrastro todos los días. Lo que tengo en la punta de la lengua cada vez que me encuentro con alguien conocido pero que no puedo hablar. Y yo sola con mis pensamientos no puedo estar. Tengo que hablar en vez de de callar. La tengo a mamá enfrente mío mientras tomo el desayuno, la quiero abrazar, le quiero contar que hoy mi dolor es muy grande, pero ella siempre trata de evadirme. Quiero llamar a algún amigo y desarmarme frente al teléfono. Llorar, no lastimarme. Ahora es el momento justo donde tengo que parar porque ya conozco el resto y es un sin fin de vivir cada día muriendo, dándome una paliza contra la pared, hundiéndome en la almohada para asfixiar este dolor. El resto me lleva a recorrer hacia el altar, el altar donde ningún Dios me esperará, donde los creyentes me repudiaran, y yo con la cabeza aquí alta, defenderé mi muerte.