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Yo amo, Japan

Leéme


viernes, 30 de octubre de 2009


Me acuerdo siempre de esta escena:Mi prima, mucho más chica que yo, tenía cinco años. Yo tenía unos catorce...Estábamos en el comedor diario de la casa de mi abuela que en paz descanse. Mi primita vino corriendo y se llevó la mesa ratona por delante. Cayó sentada de trasero en el piso llorando.Se había dado un golpe fuerte y poco después un bultito del tamaño de un carozo de durazno le apareció en la frente. Mi tía que estaba en la habitación corrió a abrazarla y mientras me pedía que trajera hielo le decía a mi prima: Pobrecita, mala la mesa que te pegó, chas chas a la mesa..., mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre prima a que la imitara... Y yo pensaba: ¿...? ¿Cuál es la enseñanza? La responsabilidad no es tuya que eres una torpe, que tiene cinco años y que no miras por dónde caminas; la culpa es de la mesa. La mesa es mala.Yo intentaba entender más o menos sorprendida el mensaje oculto de la mala intencionalidad de los objetos. Y mi tía insistía para que mi prima le pegara a la mesa...Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece fatídico: tú nunca eres responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro, la culpa es del afuera, tú no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu camino para que tú no te golpees...Tuve que recorrer un largo camino para apartarme de los mensajes de las tías del mundo.Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña.

Es mi responsabilidad defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no digo que puedo manejar todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mí alrededor pero puedo controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré, entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje .Si señores el CORAJE. Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el precio. Tendré que ser libre aunque a veces no me guste. Y si no van a querer así como soy; y si se van a ir de mi lado, por como soy; y si en la noche más larga y más calurosa del invierno me van a dejar solo y se van [se va] ... cerraré la puerta, ¿viste? porque entra viento. Cerraré la puerta. Si esa es tu decisión, cierra tú también tu puerta. No voy a pedirte que te quedes un minuto más de lo que tú no quieras. Te digo: cierra la puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi decisión. Esto me transforma en una especie de ser inmanejable. Porque los autodependientes son inmanejables. Porque a un autodependiente solamente lo manejas si ella quiere. Esto significa un paso muy adelante en mi historia y en mi desarrollo, una manera diferente de vivir el mundo y probablemente signifique empezar a conocer un poco más de mi.Si eres autodependiente, de verdad, es probable que algunas personas de las que están a tu lado se vayan... Quizás algunos no quieran quedarse.



Bueno, habrá que pagar ese precio también. Habrá que pagar el precio de soportar las partidas de algunos a mi alrededor y prepararse para festejar la llegada de otros (Quizás...) Auto reflexión con el libro de Jorge Bucay- Autodependencia ♥. Después de estar desde las 9 de la mañana de pie.