
Para cubrir mi timidez adopté la costumbre de mostrarme extravertida, alborotadora y un poco radical, y eso me hizo ganar fama de una arrolladora seguridad en mí misma. Me gustaba aquella reputación: me gustaba creerla, y actuar con acuerdo a ella. Al fin y al cabo, no hacía sino aplicar las bases que me habían enseñado en la academia de teatro.

