domingo, 19 de enero de 2014
Al final del día, te das cuenta que estas sola. Que naciste para vivir
tus días independientemente de todos los demás. Sin importar cuanto
quieras compartir con la gente que te rodea, a ellos les da igual ir o
no ir a cualquier lugar en tu compañía. Deseas que alguien quisiera
vivir como tu lo habias soñado hacerlo, querer viajar como contigo, disfrutar de los
momentos y de las oportunidades, de la plata que se tiene, de los días
que respiramos sin pensar en que día dejaremos de hacerlo. Estas en este
mundo sola, queriendo vivir, desviviéndote por toda esa gente que no
quiere sonreír a tu lado porque elige no hacerlo. Entiendes, que
entonces no queda más alternativa que realizar tu vida a tu forma, sola,
como viniste al mundo, llorando, sin saber mucho sobre la esencia del
mundo. Te preguntas, que haces donde estas, rodeada de toda esa gente
avara, deseando siempre más días, más plata, más trabajo, más tiempo,
más excusas. Simplemente, no perteneces a ese lugar. No eres parte de
ellos. Eres
solo una moneda mal impresa. Eres el error de la verdad. Agarras tus
maletas, compras tus pasajes y recorres el mundo, en busca de un lugar
al que puedas llamar hogar. Decides ir en busca de la felicidad o algo,
que te lleve a querer seguir viviendo así.

