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Yo amo, Japan

Leéme


domingo, 14 de febrero de 2010



Nadie teje ni desteje estas historias que son el testimonio humano de la ciudad, nadie escribe nada en el aire del verano, pero los destinos se van enhebrando unos en otros, la lenta torcedora de los días complica y descomplica las cosas, ejerce su azar como profecía, y es el vivir, sólo el vivir. En silencio se producen los más trascendentales encuentros; en silencio se desposan destinos evidentes y completos como planetas; en silencio también sobrevienen las rupturas, sea invierno o verano, porque un fragor de humanidad y de máquinas lo sumerge todo, y el solo estridor del autobús en su frenazo, el solo retumbar del tranvía entre raíles y adoquines, bastan a hacer inexistente, muda, la tragedia que no lo es, la disyuntiva de unos corazones que no suenan. El corazón, ay, late, pero no suena. Se le siente, mas no se le oye, y hay mucho griterío en todos los bares, mucha impaciencia en la hora punta, de modo que el derrumbe de un corazón, como paredes que se derriban hacia dentro, como torre que se derruye sobre sí misma, es el jamás ocurrido incidente, el múltiple y diario suceso que da a la ciudad su secreto aspecto de ruina, aunque la ciudad siga fulgiendo en sus cosas. No son aquellas fotografías de las ciudades bombardeadas en la última guerra mundial, no es un cine de ruinas por donde se mueven los ángeles perdidos, los supervivientes; muy al contrario, las ruinas son los hombres. Entre este acarrear de vidas muertas, de muertos prematuros, de actividad siempre póstuma, un corazón caído al fondo de sí mismo, desinflado hacia dentro, una mujer con sabor interno a desenterrado, con segregaciones constantes, clandestinas, interiores, que se le diluyen hacia el paladar.


Pd: Caduqué, deliré. Queria escribir algo sobre hoy, pero salió esto.

Feliz día de la amistad y del amor a todos los que por casualidad me leen (: