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Yo amo, Japan

Leéme


domingo, 25 de octubre de 2009


— Oye, mi tren va a salir, tengo que irme.

Escucha, mi madre tenía razón. Dijo que me tocaba a mí hacer algo extraordinario y es lo que estoy haciendo. Estoy aquí en una estación de tren en mitad de la noche, como uno de esos personajes de las novelas rusas, y te estoy suplicando.

— ¿Para que haga qué?— Para que me lleves contigo.

— No sabes ni adónde voy

— `No me importa—

No, escúchate. Eso es la pasión, son palabras de pasión.

Sé de lo que estoy hablando, creeme, parece divertido, se pueden hacer cosas estúpidas como esta. Pero al final no funciona. No dura.

— ¿Qué es lo que te he hecho?

— ¿Qué?— Te pareces mucho a mí.

— ¿Y eso es malo?— Sí, es terrible.—Debo irme...

—Espera, que lo decida el destino. Cara, me voy contigo. Y cruz, puedes irte y no volveré a molestarte nunca, ¿trato hecho?—Muy bien, trato echo. Pero yo miro la moneda.

—Vale, tú miras la moneda. ¿Preparado?—

Lánzala

—¿Qué ha salido...? ¿No vas a mirarlo?—

Es cara—Pero si no has...

—Es cara—Dios, te quiero...