Esa mañana amanecí con su cuerpo frío junto a mí, fue lo primero que ví cuando abrí los ojos, lo observé sabiendo que ya nada podía hacer.
Lo mantuve entre mis bazos toda la noche, pero llegada la mañana el sueño me venció y en el transcurso de las 7:00 a.m y 8:52 a.m el se fue... murió mientras yo dormía, en mi pecho, en mi cama, en mi habitación. Murió y con él murieron sonrisas y esperanzas, esa sensación de sentirme últil y afortunada, él (cosa que también hicieron los otros que ya habían marchado) se llevó una gran parte de mí y al mismo tiempo me llenó de ternura, de llantos calmos y de recuerdos inocentes que no me duele mantenerlos presentes.
Los extraño, pero su ausencia no me corcome el alma, porque ellos vinieron a sacarme de la oscuridad en la que me mantenía para entregar amor sin ningún tipo de recompensa, y aún cuando los haya perdido uno a uno, el amor que ellos hicieron nacer en mí, sirvió para limpiar un poquito mi corazón y desde entonces comienzo a respirar mas tranquila, ya no odio todo lo que soy, o lo que algún día fui.